martes, 11 de febrero de 2014

Mis dos abuelos. Nicolas Guillen y los siete segundos de Youssou N'Dour




“Dilo como es, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, todos los niños deben ir al cielo”.

Seven seconds, Youssou N'Dour & Neneh Cherry

Mira, así decía mi abuelo, mira decía cuando empezaba a hablar, Dios debe tener la piel de colores, porque cada quien cree que el color de su piel es el mejor, amarillos, negros, blancos, cobrizos, tantos tonos, ven, ven y siéntate aquí y yo me sentaba cerca de mi abuelo, lo escuchaba y miraba mientras él hablaba.

Imagina, hay quien cree que el color de su piel lo hace inteligente o fuerte, que por eso debe ser el amo y el otro el esclavo, pobre de Dios, con tantos colores en su piel, debe ser amo y esclavo.

Hace tiempo escuche una canción que decia:

Asumo que las razones que nos empujan para cambiar todo
Quisiera que olvidáramos su color para que puedan tener esperanza
Muchas opiniones de la raza que los hacen desesperar
Deseo que las puertas estén completamente abiertas
A los amigos para hablar de su dolor y su alegría
De modo que podamos dar información
Que no nos dividan para cambiar

7 segundos lejanos
El tiempo que me quede
Estaré esperando
No es un segundo
7 segundos lejanos
El tiempo que me quede
Estaré esperando
Estaré esperando
Estaré esperando

Y cuando un niño nace en éste mundo
No tiene ningún concepto
De él tono de la piel en la que está viviendo
Y hay un millón de voces
Y hay un millón de voces
Para decirte lo que deberías estar pensando
Así que mejor que tomes sobriedad por un segundo

Escucha, ahora lo que Nicolás Guillen decía sobre mis abuelos, tus ancestros, el blanco y el negro, el me decía lo que yo te digo a ti, todos somos iguales, no importa el color de tu piel, de tu cabello o de tus ojos, importa la solidaridad, la esperanza, la fortaleza y la sabiduría, importa el amar y ser amado, el caminar y mirar y aprender, importa el vivir.

Balada de los dos abuelos

Sombras que sólo yo veo,
me escoltan mis dos abuelos.
Lanza con punta de hueso,
tambor de cuero y madera:
mi abuelo negro.
Gorguera en el cuello ancho,
gris armadura guerrera:
mi abuelo blanco.
Pie desnudo, torso pétreo
los de mi negro;
pupilas de vidrio antártico
las de mi blanco!
África de selvas húmedas
y de gordos gongos sordos...
--¡Me muero!
(Dice mi abuelo negro.)
Aguaprieta de caimanes,
verdes mañanas de cocos...
--¡Me canso!
(Dice mi abuelo blanco.)
Oh velas de amargo viento,
galeón ardiendo en oro...
--¡Me muero!
(Dice mi abuelo negro.)
¡Oh costas de cuello virgen
engañadas de abalorios...!
--¡Me canso!
(Dice mi abuelo blanco.)
¡Oh puro sol repujado,
preso en el aro del trópico;
oh luna redonda y limpia
sobre el sueño de los monos!
¡Qué de barcos, qué de barcos!
¡Qué de negros, qué de negros!
¡Qué largo fulgor de cañas!
¡Qué látigo el del negrero!
Piedra de llanto y de sangre,
venas y ojos entreabiertos,
y madrugadas vacías,
y atardeceres de ingenio,
y una gran voz, fuerte voz,
despedazando el silencio.
¡Qué de barcos, qué de barcos,
qué de negros!
Sombras que sólo yo veo,
me escoltan mis dos abuelos.
Don Federico me grita
y Taita Facundo calla;
los dos en la noche sueñan
y andan, andan.
Yo los junto.
--¡Federico!
¡Facundo!   Los dos se abrazan.
Los dos suspiran.   Los dos
las fuertes cabezas alzan;
los dos del mismo tamaño,
bajo las estrellas altas;
los dos del mismo tamaño,
ansia negra y ansia blanca,
los dos del mismo tamaño,
gritan, sueñan, lloran, cantan.
Sueñan, lloran, cantan.
Lloran, cantan.
¡Cantan!

Nicolás Guillén.


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